miércoles, 26 de junio de 2013

Tutmosis III y la batalla de Meggido



Durante el reinado de Tutmosis III (1479-1425 a.C. Dinastía XVIII. Imperio Nuevo), Egipto comenzó una etapa de política exterior más agresiva, en la que se realizaron numerosas campañas militares, encaminadas a conseguir el control de la franja sirio-palestina. Estas hazañas se relataron en los "Anales de Tutmosis", grabados en el templo de Karnak.
Entre estos episodios cabe destacar la toma de Meggido, por la extensión y dramatización del relato, en el que se presenta al soberano como el artífice de la victoria, bajo la protección de Amón-Re . (Pilar González-Conde).
     Año vigésimo tercero, primer [mes] de la estación shemu, día 21, el día exacto de la fiesta de la Luna Nueva. El rey se levanta al despuntar el alba. Se dan órdenes a todo el ejército de desplegarse (...). Su Majestad avanza, sobre su carro de electro, tocado con sus ornamentos de combate, como Horus, el del brazo poderoso, Señor del poder, como Montu el tebano, mientras su padre Amón fortalece sus brazos. El ala meridional de su ejército alcanza la colina del sur [del riachuelo] de Kyna (...), mientras que el ala septentrional está al noroeste de Megiddo; Su Majestad está en el centro, Amón le asegura la protección mágica de su cuerpo el combate y la fuerza de sus miembros.
     Mientras, Su Majestad se apodera de sus enemigos, a la cabeza de su ejército; y cuando aquellos ven a Su Majestad asegurar su empresa sobre ellos, huyen Megiddo, tropézando y cayendo de cabeza, con rostros aterrorizados; abandonan sus caballos, sus carros de oro y plata. Se les saca izándoles por sus trajes sobre [las murallas] de esta ciudad, porque la población había cerrado [las puertas]; en ocasiones dejan caer sus ropas para ser izados [más deprisa] a lo alto [de los muros] de la ciudad. ¡Ah, si el ejército de Su Majestad no se hubiese lanzado al pillaje, habría Megiddo al instante! De este modo fueron izados, con prisas, a fin de hacerles entrar en la ciudad, el vil enemigo de Kadesh y el vil enemigo de esta ciudad, porque el temor que Su Majestad inspira había penetrado y sus brazos estaban sin fuerza. La uraeus se había apoderado de ellos.
     Luego, [los soldados de Su Majestad] capturaron sus caballos y saquearon los carros de oro y plata convertidos en fácil ; mataron a los que estaban tendidos en el suelo, como peces en un sitio cerrado. El victorioso ejército de Su Majestad contó los bienes de los enemigos; y saqueó también la tienda, trabajada , de ese vil enemigo (...). El ejército entero lanzó gritos de alegría, prodigando a Amón aclamaciones, que había concedido a sus hijos a Su Majestad, exaltando su victoria; le ofrecieron el botín que habían traído consigo: manos, prisioneros vivos, caballos, carros de oro y plata, [objetos] .
     [La rendición de Megiddo]
     <... Entonces Su Majestad> dio órdenes a su ejército, diciendo: "Apoderaos con destreza ¡Apoderaos con destreza [de la ciudad], oh mis victoriosos soldados! Ved, están reunidos Re, en este día; de manera que todos los jefes de los países están ahora encerrados en el interior del lugar —y de esta forma apoderarse de Megiddo es como apoderarse de mil ciudades. ¡Apoderaos [de la ciudad] valientemente, valientemente!" (...).

      a los de las tropas para que dieran las órdenes a sus hombres y para permitir que todos su posición. Midieron la ciudad, que por un foso y cercada por árboles jóvenes pertenecientes a toda clase de frutas agradables. Su Majestad misma se mantuvo sobre un lugar fortificado al este del muro de la ciudad, velando sobre ella (...), [un lugar] rodeado por un grueso muro de construcción (...) su grosor. Fue llamada con el nombre de "Menkheperre [es] el que ha cercado a los asiáticos". Se situaron hombres para velar la tienda de Su Majestad; se les dijo: "¡Que vuestro corazón sea firme! ¡Que vuestro corazón sea firme! ¡Estad vigilantes! ¡Estad vigilantes! Su Majestad (...)". al exterior de ese muro, excepto para ir a en la puerta de su fortaleza.
     Todo lo que hizo Su Majestad contra esta ciudad, contra este vil enemigo con su vil ejército, ha sido eternizado, siguiendo el día, siguiendo el nombre [de la acción], siguiendo el nombre de la expedición, el nombre de los oficiales de las tropas (...). Numerosas cosas merecen permanecer, por medio de la escritura, sobre esta inscripción; se fijaron también sobre un rollo de cuero [situado] en el templo de Amón, en este día.
     Entonces, los Grandes del país de Retenu cayeron sobre sus vientres para prosternarse, a causa de la gloria de Su Majestad, implorando el aliento para sus fosas nasales, a causa de la grandeza de su fuerza, y porque el poder de .
     Y todos los jefes que habían atraído la gloria de Su Majestad iban cargados con sus tributos de plata, de oro, de lapislázuli y de turquesas, portando también cereales, vino, toros y ganado del desierto para el ejército de Su Majestad. Un solo grupo entre ellos era portador de tributos traídos del Sur.

Versión de Federico Lara Peinado, El Egipto faraónico. Ed. Istmo, Madrid 1991, pp. 119-123.

Carta de Rib-Addi de Biblos a Amenofis IV

[A]l rey, mi señor. Mensaje de Rib-Hadda, tu servidor -polvo a tus pies. Caigo ante los dos pies del rey mi señor, siete veces y siete veces. Que el rey, mi señor, preste atención a las palabras de su servidor. Hombres de Biblos, mi propia casa, y mi mujer, me han dicho incesantemente: "Alíate con el hijo de Abdi-Ashurta para que podamos hacer la paz entre nosotros". Pero yo les he rechazado; no les he escuchado. Por otra parte he escrito continuamente al rey, mi señor: "Envía inmediatamente una guarnición a tu servidor para que se guarde la ciudad para el rey, mi señor". Sin embargo, ninguna palabra del rey, mi señor, ha llegado hasta su servidor. Por otra parte, cuando estaba siendo asaltado, me dije: "Vamos; debo firm[ar] una alianza de amistad con Ammunira". Fui, pues, a su casa a fin de firmar una alianza de amistad entre nosotros. Después volví a mi propia casa, pero él me ha prohibido (la entrada) en la casa. Que el rey, mi señor, piense en su servidor. Espero ahora día y noche los arqueros del rey, mi señor. Que el rey, mi señor, piense en su servidor. Si el rey, mi señor, no cambia la disposición de su corazón, entonces moriré. Que el rey, mi señor, dé la vida a su servidor. Además ellos han entregado a dos de mis hijos y dos de mis mujeres a un rebelde contra el rey.
Traducciones de José Miguel Serrano Delgado, Textos para la historia antigua de Egipto, Cátedra, Madrid, 1993, pp. 125-128, a partir de las versiones editadas en Les Lettres de el Amarna, París, 1990, pp. 80-82 (n. 30), 110-111 (n. 31) y 136-137 (n. 32).

Carta de Burnaburiash II de Babilonia a Amenofis IV

Dicho a Nibhurreya, el rey de Eg[ipto], mi [hermano]: Así (habla) Burra-Buriyash, rey de Karad[un]iyash, tu hermano: Todo va bien para mí. Para ti, para tu casa, tus mujeres, tus hijos, tu país, tus gr[a]ndes, tus caballos, tus carros, ¡que vaya todo muy bien!
Desde el tiempo (en el que) mis ancestros y tus ancestros hicieron una declaración recíproca de amistad, ellos se enviar[on] buenos regalos como homenaje, y no rehusaron jamás una petición de cosa alguna valiosa. Mi hermano me ha enviado entonces dos minas de oro como regalo de homenaje. Si el oro es abundante, envíame tanto como tus antepasados. Pero si es escaso, envíame la mitad de lo que tus antepasados enviaban. ¿Por qué me enviaste dos minas de oro? Mi trabajo para el templo es en este momento considerable, y estoy muy ocupado en su ejecución. Envíame mucho oro. Y por tu parte, todo lo que tú quieras de mi país, escríbeme para que se te pueda enviar. En la época de Kurigalzu, mi antepasado, todos los cananeos le escribían aquí, diciendo: "V[e]n a las fronteras del país para que podamos rebelarnos y aliarnos [co]ntigo". Mi antepasado les envió esta respuesta: "No penséis en una alianza conmigo. Si os convertís en los enemigos del rey de Egipto, y si os aliáis con cualquier otro, ¿no he de ir yo a saquear vuestros hogares?, ¿cómo puede haber una alianza conmigo?". Por miramiento hacia tu antepasado, mi antepasado no les escuchó. Ahora, en lo que concierne a mis vasallos asirios, no soy yo quien te los ha enviado. ¿Por qué han ido ellos a tu país por iniciativa propia? Si me eres leal no negociarás asunto alguno. Envíamelos con las manos vacías. Te mando como regalo de homenaje tres minas de lapislázuli auténtico y cinco tiros de caballos para cinco carros de madera.

 Traducciones de José Miguel Serrano Delgado, Textos para la historia antigua de Egipto, Cátedra, Madrid, 1993, pp. 125-128, a partir de las versiones editadas en Les Lettres de el Amarna, París, 1990, pp. 80-82 (n. 30), 110-111 (n. 31) y 136-137 (n. 32).

Carta de Tushratta de Mitanni a Amenofis III


Di[cho] a Nibmuareya, [rey de Egipto], mi hermano: Así (habla) Tuisheratta, rey de [M]ittanni, tu hermano: Todo va bien para mí. Que todo vaya bien para ti. Que todo vaya bien para Kelu-Heba, para tu casa, para tus mujeres, para tus hijos, para tus grandes, para tus guerreros, para tus caballos, para tus carros, en tu país, ¡que todo vaya muy bien!
Cuando me senté en el trono de mi padre, yo era muy joven, y Ud-hi había cometido una fechoría con respecto a mi país; había matado a su señor. Por esta razón no me permitía establecer una amistad con cualquiera que me amase. Yo por mi parte no fui negligente con respecto a los crímenes que habían sido cometidos en mi país, y he matado a los asesinos de Arata[sh]uwara, mi hermano, y a todos aquellos que les pertenecían.
Ya que tú tenías amistad con mi padre, yo te he escrito e informado para que mi hermano pueda conocer estas cosas y alegrarse. Mi padre te quería, y por tu parte tu querías a mi padre. De acuerdo con esta amistad, mi padre te [d]io a mi hermana. ¿Quién sino tú es taba con mi padre de esa forma? [No más tarde que] el año siguiente por otra parte (...) de mi hermano todo el país de Hatti. Cuando el enemigo se aproximó a [mi] país, Tesshup, mi señor, lo puso en mi poder, y yo le vencí. [N]o hay uno que haya regresa[do] a su propio país. Te envío con la presente un carro, dos caballos, un servidor, una sirvienta, formando parte del botín del país de Hatti. Como regalo de homenaje a mi hermano, te envío cinco carros y cinco tiros de caballo. Como regalo de homenaje a Kelu-Heba, mi hermana, te envío un par de fíbulas de oro, un par de pendientes de oro, un anillo-mashu de oro y un recipiente de perfume lleno de aceite dulce.
Con la presente te envío a Keliya, mi ministro, y a Tunibibri. Que mi hermano sea amistoso conmigo, y que mi hermano me envíe sus mensajeros para que me traigan los saludos de mi hermano, y que yo les oiga.

Expedición a Punt; Manuel Delgado

Expedición al País de Punt en el reinado de Hatshepshut
La reina Hatshepshut (Dinastía XVIII, Imperio Nuevo) era hija de Tutmosis I y esposa de Tutmosis II. A la muerte de este (ca. 1479), ocupa el poder debido a la corta edad del hijo de ambos, el futuro Tutmosis III. El verdadero papel de la reina durante estos años ha sido una cuestión debatida, especialmente desde el momento en que la iconografía y los textos oficiales la presentan como faraón, probablemente como representante de un grupo de poder que habría depositado en ella sus intereses políticos.
El gobierno de Hatshepshut significa un cambio en la orientación política de la dinastía, que hasta entonces se dirigía hacia el control político-militar de la franja Sirio-Palestina y que ahora parece centrarse en otras empresas de carácter económico. En este contexto, la expedición al País del Punt es un episodio destacado de la proyección del comercio exterior. La ruta se realizaba a través del Wadi Hammamat hasta el Mar Rojo y desde allí hacia el sur, hasta algún lugar no totalmente identificado hoy (se discute si estaría en la costa africana o en la arábiga), desde donde Egipto traía incienso y otros productos de lujo, mencionados en el texto. El viaje se plantea como una empresa de estado, reforzada por un contingente militar que demuestra las dificultades de realizar un comercio seguro con aquella región.
Al alcanzar Tutmosis III la edad de gobernar, asume el poder, iniciando con más fuerza la política agresiva en oriente, con un cambio radical en las prioridades políticas que respondería sin duda a los diferentes apoyos del monarca con respecto al reinado de su madre. (Pilar González-Conde).
     «El Horus "Poderosa de Ka", las Dos señoras "Fresca en Años", Horus de Oro "Divina de Apariciones", Rey del Alto y Bajo Egipto Maat-Ka-Re, imagen [sagrada] de Amón, que quiere que ella permanezca sobre su trono. Él ha hecho florecer para ella la herencia de las Dos Tierras, el reino del Sur y del Norte. El le ha dado lo que el sol envuelve, lo que encierra Geb y Nut. Ella no tiene enemigos entre los sureños; ella no tiene enemigos entre los norteños. El cielo y todos los países que creó el dios trabajan por entero para ella. Vienen a ella con el corazón lleno de temor, sus jefes con las cabezas inclinadas, con sus presentes sobre sus espaldas. Le presentan a ella sus hijos, para que se les llegue a dar el hálito de la vida, a causa del poder de su padre Amón, que ha puesto todas las tierras a sus pies.
     (El oráculo) El soberano mismo, el rey del Alto y Bajo Egipto Maat-ka-Re. La majestad de la corte suplicó ante las gradas del señor de los [dioses]. Una orden se escuchó desde el gran trono, un oráculo del mismo dios: debían abrirse las rutas hacia el Punt, debían ser atravesados los caminos hacia las Terrazas de la Mirra: "Conduciré el ejército por tierra y por mar para traer las maravillas de la Tierra del Dios, para esta deidad, para la que creó su belleza". Se actuó de acuerdo con todo lo que había ordenado la majestad de este dios, según el deseo de su majestad, para que se le dé vida, estabilidad y dominio como Re, eternamente...
     (Inscripciones que acompañan a los relieves)
     (Partida de la expedición) "Navegando por el mar, comenzando el buen camino hacia la Tierra del Dios, navegando en paz hacia el País del Punt, por el ejército del señor de las Dos Tierras, de acuerdo con la orden del señor de los dioses, Amón, señor de los tronos de las Dos Tierras, que está al frente de Karnak, para traerle las maravillas de todos los países, porque él ama grandemente al rey del Alto y Bajo Egipto [Maat-ka-Re]..."
     (Desembarco en el Punt) "[Llegada] del Emisario Real a la Tierra del Dios, junto con el ejército que le acompaña, ante los grandes del Punt, enviado con todos los buenos productos de la corte, v.p.s., para Hathor, Dama del Punt, a causa de la vida, prosperidad y salud de su majestad."
     (Los nativos del Punt se acercan) "Llegada de los Grandes del Punt, inclinándose, con la cabeza gacha, para recibir a este ejército del rey. Entonan alabanzas al señor de los dioses Amón-Re... Ellos dicen, solicitando la paz: '¿Por qué habéis llegado hasta aquí, hasta este país que la gente desconoce?, ¿habéis venido por los caminos del cielo?, ¿habéis navegado sobre las aguas, por la tierra y el mar de la Tierra del Dios? ¿Habéis marchado (por el camino) de Re? (Con respecto) al rey de Egipto, no hay ruta hacia su majestad, para que nosotros (podamos) vivir por el aire que da'"...
     (Los barcos se cargan con las mercancías del Punt) "Cargando los barcos pesadamente con las maravillas del País del Punt: todas las buenas maderas aromáticas de la Tierra del Dios, montones de resina de mirra, jóvenes árboles de mirra, ébano, marfil puro, oro verde de Amu, madera de cinamomo, madera-hesyt, incienso-ibemut, incienso, pintura de ojos, monos, babuinos, perros, pieles de pantera del sur, y (en fin) siervos y sus hijos. Jamás se trajo nada igual a esto para ningún (otro) rey desde el principio del tiempo."
     (La vuelta a Egipto) "Navegando, llegando en paz, viajando hasta Tebas con el corazón alegre, por el ejército del señor de las Dos Tierras, estando los Grandes de este país tras ellos. Ellos han traído aquello cuyo igual no fue traído para ningún otro rey, a saber, las maravillas del Punt, a causa del poder de este augusto dios, Amón-Re, señor de los Tronos de las Dos Tierras".»
Versión de José Miguel Serrano Delgado, Textos para la historia antigua de Egipto, Ed. Cátedra, Madrid, 1993, pp. 118-119.

origen de los hicsos según Maneton, Flavio Josefo..

La penetración en Egipto de gentes procedentes de Siria-Palestina culmina con los invasores hicsos, los cuales llegan a Egipto en un momento de debilidad y crisis interna y conquistan en 1720 a.C. la ciudad de Avaris, sobre el Delta. Introdujeron en Egipto el caballo y el carro de guerra, conquistaron Menfis y fundaron las Dinastías XV y XVI. Paulatinamente la resistencia de los príncipes de Tebas cobrarán fuerza hasta que en 1550 Amosis conquiste Avaris, expulse a los hicsos y funde la Dinastía XVIII.
La primera historia de Egipto fue escrita en griego por el sacerdote egipcio Manetón hacia 280 a.C. por encargo del soberano Ptolomeo II. De ella no conservamos más que fragmentos transmitidos por otros autores -como el aquí seleccionado, transmitido por Flavio Josefo-, que la han reducido fundamentalmente a una lista de reyes agrupados por dinastías. Precisamente de Manetón procede la tradicional distribución de los faraones en treinta dinastías, desde Menes hasta la conquista de Egipto por Artajerjes III en 343 a.C. Sin embargo, aquéllas no deben ser entendidas en el sentido moderno de la palabra: a menudo sucesiones regulares de soberanos dentro de una misma familia se reparten entre varias dinastías; otras veces una misma dinastía reúne a soberanos entre los que no existe ningún parentesco; y a menudo diferentes dinastías gobiernan simultáneamente en áreas diversas del territorio egipcio.
Nacido en el seno de una familia aristocrática descendiente de los Asmoneos, el historiador judío Flavio Josefo (37/38-97/100 d.C.) participó en la rebelión de su país contra los romanos (años 66-70), pero, capturado en el año 67, se convirtió en protegido de Vespasiano al profetizar su ascenso al trono. Obtuvo la ciudadanía romana y se estableció definitivamente en Roma, donde se dedicó a la redacción de sus obras históricas: los siete libros de La Guerra de los judíos -escrita originalmente en arameo y traducida al griego en 75 por el propio autor-, que alcanzan desde la sublevación de los Macabeos hasta el fin de la rebelión judía contra Roma (167 a.C.-74 d.C.); las Antigüedades de los judíos, una historia de su pueblo desde la Creación hasta 66 d.C.; Contra Apión, donde sitúa a los judíos al mismo nivel que griegos y romanos y los presenta como una de las civilizaciones más antiguas del mundo; y su Autobiografía. (Pilar Rivero-Julián Pelegrín).
     Este Manetón, en el segundo libro de la Historia de Egipto escribe sobre nosotros lo siguiente. Citaré sus propias palabras como si le presentara a él mismo como testigo: «Tutimeo. En su reinado, no sé cómo, se hizo sentir contra nosotros la cólera divina y, de improviso, desde el Oriente unos hombres de raza desconocida tuvieron la audacia de invadir nuestro país y, fácilmente y sin combate, se adueñaron de él por la fuerza. Hicieron prisioneros a sus gobernantes, incendiaron salvajemente las ciudades, arrasaron los templos de los dioses y trataron con gran crueldad a todos los naturales del país, matando a unos y esclavizando a las mujeres e hijos de otros. Finalmente, hicieron rey a uno de los suyos, llamado Salitis. Este se estableció en Menfis, imponiendo tributos en el Alto y en el Bajo Egipto, y dejó guarniciones en los lugares más apropiados. Fortificó especialmente la región del Este, previendo que los asirios se harían un día más fuertes y atacarían por allí, deseosos de su reino. Como en el nomo de Setroitahubiera encontrado una ciudad muy adecuada, situada al este del río Bubastites, llamada, según una antigua tradición teológica, Avaris, la reconstruyó y la fortificó con murallas; estableciendo en ella además un ejército de doscientos cuarenta mil soldados para su protección. Acudía allí en verano para medir el trigo y pagar la soldada y también para ejercitar a los soldados cuidadosamente con maniobras con el fin de inspirar respeto a los extranjeros. Tras un reinado de diecinueve años, murió. Después de él, otro rey llamado Bnón ocupó el trono durante cuarenta y cuatro años. El sucesor de éste, Apacnás, reinó treinta y seis años y siete meses; a continuación, Apofis, sesenta y un años, y Annas, cincuenta años y un mes. Después de éstos, Asis, cuarenta y nueve años y dos meses. Estos fueron sus seis primeros príncipes, cuya mayor ambición fue destruir Egipto hasta la raíz. A este pueblo, en su totalidad, se le daba el nombre de hicsos, es decir, 'reyes pastores', pues en la lengua sagrada hic significa 'rey'y sos es 'pastor' o 'pastores' en la lengua vulgar; y reuniéndolo así se forma 'hicsos'».
Flavio Josefo, Contra Apión, I 14, 74-82, traducción de Margarita Rodríguez de Sepúlveda, Biblioteca Clásica Gredos, Madrid, 1994.

Diodoro de Sicilia. la crecida del Nilo

Aparte de los animales citados, el Nilo tiene especies de peces de todas clases e increíbles por su abundancia; a los nativos, no sólo les proporciona el abundante provecho de los recién capturados, sino que también les suministra una cantidad inagotable para la salazón . En general, en beneficios a los hombres, supera a todos los ríos del mundo habitado. Da comienzo a su desbordamiento a partir del solsticio de verano hasta el equinoccio de otoño y, aportando siempre nuevo limo, empapa por igual la tierra inculta, la sembrada y la plantada, tanto tiempo cuanto los agricultores del territorio quieran. Como el agua discurre mansamente, lo desvían fácilmente con pequeños diques y de nuevo lo reconducen cómodamente cortándolos cuando se cree que es conveniente. En general, proporciona tanta facilidad de ejecución a los trabajos y beneficios a los hombres que la mayoría de los agricultores, colocándose en los lugares ya secos de la tierra y lanzado la semilla, conducen por encima sus ganados y, pisoteando con ellos, vuelven para la siega después de cuatro o cinco meses y algunos, removiendo mínimamente con ligeros arados la superficie del territorio mojado, recogen montones de frutos sin mucho dispendio ni esfuerzo. En resumen, toda la agricultura se practica entre los otros pueblos con grandes gastos y fatigas y, sólo entre los egipcios, se recolecta con pequeñísimos dispendios y trabajos. También la viña, regada igualmente, proporciona abundancia de vino a los nativos. Y los que dejan permanecer inculto al territorio inundado y lo dedican a los rebaños como pasto, recogen, gracias a la gran cantidad del forraje, ovejas que paren dos veces y se esquilan dos veces al año.
     Lo sucedido en la subida del Nilo parece maravilloso a quienes lo ven y completamente increíble a quienes lo oyen. Todos los otros ríos disminuyen hacia el solsticio de verano y bajando siempre más y más durante el tiempo siguiente del verano, pero sólo él, emprendiendo entonces el principio de su desbordamiento, crece tanto cada día que, al final, inunda casi todo Egipto. Y, del mismo modo, volviendo: atrás en sentido contrario, baja durante igual tiempo cada día poco a poco hasta que llega a la posición anterior. Al ser el territorio llano y estar situadas las ciudades y las aldeas e incluso las granjas sobre montículos hechos a mano, el panorama resulta semejante a las islas Cícladas y la mayoría de los animales terrestres perecen ahogados cercados por el río, pero algunos se salvan huyendo a lugares más elevados, y los ganados son alimentados durante el tiempo de la subida en las aldeas y en las granjas, con su alimento preparado de antemano. Y las gentes, liberadas de trabajos durante todo el tiempo del desbordamiento, se dedican a la fiesta banqueteando continuamente y gozando irrefrenadamente de todas las cosas conducentes al placer. Y, a causa de la ansiedad ocasionada por la subida del Nilo, fue construido por los reyes un niloscopio en Menfis; tras medir exactamente la subida en él, los encargados de su administración envían mensajes a las ciudades en los que explican cuántos codos o dedos ha subido el río y cuándo ha hecho el principio de su disminución. De tal manera todo el pueblo se libra de la ansiedad, al ser informado del cambio a la inversa de la crecida, y todos conocen en seguida de antemano la cantidad de frutos que habrá, pues esa observación es anotada con exactitud desde hace mucho tiempo entre los egipcios.
Diodoro Sículo, BH I,36,1-12. [Versión de F. Parreu (ed.), Diodoro de Sicilia. Biblioteca Histórica. Libros I-III. Biblioteca Clásica Gredos. Madrid 2001, pp. 215-218.